La cebada de mi barrio

El paso de la estación de La Latina a la Puerta de Toledo se interrumpe por un imán. Un campo de atracción tan grande que obliga a ver a diario a través de sus mirillas circulares que emulan un visor de escafandra. Se ve libertad. Hay chicos jugando al baloncesto en una cancha olvidada por Dios. Otros rodean el campo con sus bicicletas oxidadas. A la memoria viene el típico barrio bajo caraqueño, cuando unas chicas dominicanas que boxean con el pelo suelto bajo el sol veraniego de Madrid irrumpen en el paisaje. Sus guantes amarillo y rosa resaltan sobre la piel morena y tostada que unos shorts cortos y ajustados exponen a la mirada de sus compatriotas adolescentes.

El hedor del hachis inunda los 2500 metros cuadrados de un solar público gestionado por todos y por nadie.

Un hombre alto y moreno, vestido de camiseta sin mangas de color blanco y unos vaqueros desteñidos, tararea una bachata mientras desmenuza un trozo de marihuana que le da a una chica que no debe pasar los 15 años. – Gracias, me has salvado la vida. Ya te pagaré- le responde con una sonrisa, mientras se sienta en una de las sillas destartaladas del centro, bajo la sombra de una estructura premiada en la XII Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo, para liarse un porro a plena luz del día.

Al otro extremo del campo, rodeados de grafitis, se reúnen decenas de chicos bajo un domo construido con materiales de reciclaje. Sobre un escenario no muy alto de tablas raídas, seis chicas vestidas de verde oliva, botas negras y gorra simulan una marcha militar cantando a viva voz “venganza contra los facistas”.

La chiquillada sonríe mientras que un turista, de bermuda corta y acento inglés, compra cerveza a un indio que se pasea con una bolsa de plástico ofreciendo su producto alrededor de los grupos que se sientan a charlar, a fumar o a beber alcohol.

Muy cerca del sitio, se hace una cola tremenda para que los que ya saciaron su sed con la espumosa descarguen su vejiga en una letrina improvisada, cuyas inmundicias van a ninguna parte.

¿Cómo es posible que un espacio público ubicado en el centro de una de las ciudades más emblemáticas de Europa se halle en estas condiciones?

En 2009, el entonces Alcalde de la ciudad Alberto Ruiz-Gallardón, decidió tirar un edificio que albergaba una piscina cubierta y un polideportivo para remodelarlo y reconstruirlo. Una vez acabado el presupuesto para la demolición, que también comprendía el derribo del parking y el mercado adyacente, la obra se paralizó.

Algunos vecinos presionaron al Ayuntamiento para ocupar el espacio desierto, cuyas autoridades terminaron cediendo el terreno “temporalmente” a la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid por medio de un decreto.

A falta de autoridades: autogestión

Desde la apertura de este recinto las paredes se han llenado progresivamente de pintas. La música, el desorden y los porros son las reinas del lugar. La venta de comida y cerveza, con su obvia evasión de impuestos, nutren las arcas de este terreno olvidado.

Aunque teóricamente el campo está autogestionado y cualquiera puede participar de las asambleas vecinales que se realizan todos los lunes, un comité se ha adueñado de la organización de los eventos en el lugar. El hecho se puede comprobar cada domingo durante una actividad denominada “Cantamañanas”, donde en teoría cualquiera puede expresarse en un micrófono abierto pero la realidad es otra. La participación depende de los instrumentos musicales a utilizarse y del tiempo que los mismos organizadores tienen para ofrecer. La percusión y el bajo están prohibidos por los decibelios.

Muchas veces han desconectado el sonido cuando un artista está en medio de su presentación. Eso sí, el dinero recaudado por la venta de alcohol, de comida y de los espectáculos es para unos pocos. Quizás por esa razón las caras de un pequeño grupo de cantautores son las que siempre ven en las jornadas matutinas desde hace cinco años.

Un platillo, un cajón y un bajo eléctrico resaltaban la tarde de un domingo en la calle Toledo. El sonido salía de uno de los extremos del campo, donde un grupo musical se saltaba la supuesta prohibición. “Ellos son reconocidos, por eso pueden tocar. Es un lujo tenerlos aquí y por eso se han saltado las reglas”, ha dicho Jonkar, uno de los dos coordinadores de la plataforma de artistas del recinto, tras aclarar que si quieres ser “dignificado” con el dinero recogido después de las presentaciones, debes “involucrarte” más en el movimiento.

El Campo De La Cebada no solo sirve de escenario la música y el teatro. Una de las caras que se ve domingo a domingo en las tablas de este espacio es la de Pedro Herrero, quien figura como el otro director de la plataforma de artistas del colectivo. De hecho,ha participado en un coloquio impulsado por “El Círculo de Podemos” del Campo De La Cebada, organización de la cual también forma parte.

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Otro teatro, esta vez el político ha sido el verdadero protagonista en estos días entre de las gradas autoconstruidas a base de chatarra de este centro. La hoy alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, realizó varios de sus mítines más emblemáticos en los escenarios del campo, empleando la logística y los recursos de esta maquinaria “cultural” bien aceitada.

Aunque Herrero asegura que cualquier organización política puede convocar una actividad en la plaza, que en teoría es pública, su aprobación pasa por el tamiz de una “asamblea popular”, la cual no tiene una estructura electoral. “El PSOE ha hecho torneos de baloncesto aquí. Una vez el Partido Humanista quiso hacer una actividad, pero un grupo de la asamblea se mostró muy contrario a la idea de que viniesen aquí, por lo que los rechazamos. El grupo alegaba que los humanistas eran una secta pero yo creo que nosotros también corremos el riesgo de convertirnos en una, si nos cerramos”

En cuanto a la venta de cerveza por parte de los «indios» que resultaron ser bangladesíes, Herrero aseguró que los que comercian con el alcohol son parte de una estructura delictiva que ha impuesto un sistema de semiesclavitud. “Ellos deben comprar su libertad vendiendo. Una vez les negamos la entrada y aquí llegaron 40 con una actitud muy hostil”.

Durante la entrevista, el teléfono móvil de Herrero no paraba de sonar. Las quejas de los vecinos iban en aumento mientras avanzaba la noche del domingo. Ya eran las 11 pasadas y no había esperanza de que el espectáculo terminara pronto. «El carácter libertario del campo, lo hace muy dificil de controlar»

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Un nido de ratas

“Eso es un nido de ratas. Es un nido de ratas, perjudica a la hostelería, ya que ahí venden cerveza de forma ilegal. Igual que a mí me exigen legalizar mi local todo tendría que estar de igual manera. Yo estuve en la asamblea de vecinos que lo gestionaban y me aparté porque me di cuenta de lo que era realmente” El testimonio de uno de los hosteleros que labora en los alrededores del campo recogido por un bloguero que ha hecho una investigación previa sobre este fenómeno cultural.

Cabe resaltar que la venta callejera de productos alimentarios sin autorización está prohibida por la Ordenanza Municipal de Venta Ambulante. Según esta norma, se considera una infracción grave «instalar puestos o ejercer la actividad sin autorización municipal». En estos casos, la multa puede ir de 150,26 a 1.202,02 euros.

¿Qué dice la policía?

En una esquina de la plaza El Cascorro, a pocos metros del campo, una pareja de la Policía Municipal hace su ronda de vigilancia durante una jornada más del mercado de El Rastro. La oportunidad de aclarar las dudas sobre el campo fue saciada muy amablemente por uno de los funcionarios.  “Al ser un sitio público podemos entrar. Aunque no parezca, tenemos presencia policial en el lugar a través del servicio encubierto. Para hacer un operativo, debe haber una denuncia para poder detener a los sujetos que estén cometiendo un delito. Los ciudadanos pueden llamar al 112 para indicarnos de manera anónima el delito y las características del sospechoso”.

¿Qué dice el Ayuntamiento?

De acuerdo con el decreto de concesión, las autoridades pueden intervenir el terreno cuando mejor les parezca. Sorprende que no se haya hecho, ya que la «estancia» del grupo que administra el campo ha violado todas las normas firmadas por el Subdirector General de Régimen Jurídico del Patrimonio del Inventario del Ayuntamiento de Madrid, José María Bautista.

En principio, el Ayuntamiento cedió este terreno en 2011 durante un año, prorrogable a otro más. Obviamente ha pasado mucho más tiempo y la realidad del campo es la misma. Por otro lado, se supone que no se deberían haber hecho modificaciones en el terreno sin notificar al Ayuntamiento y los administradores del mismo deben «comprometerse a responder por los daños que sufra el inmueble».

La Cebada tiene su historia. Ha pasado de ser un cementerio árabe, a un sitio donde los labriegos vendían la cebada y depositaban las limosnas para la Vírgen de la Almudena. En un tiempo fue un lugar de intercambio comercial. También albergó la exposición de las innovaciones de Madrid en el siglo XVI. Decenas de personas murieron en este terreno al ser ejecutadas públicamente donde hoy centenares de chavales tratan de hacer deporte frente a vendedores de cerveza y de droga. Los que en la actualidad manejan el espacio, siete colectivos diferentes, estarán ejerciendo labores del Estado hasta que el Ayuntamiento de Madrid reconstruya el polideportivo que una vez derribó.

Este periodista independiente trató de conseguir una respuesta por parte del Ayuntamiento sobre este tema. Cuando sea recibida, actualizaremos el post.

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